La transición de los centros de llamadas a los centros de contacto surgió de la necesidad. A medida que las empresas comenzaron a migrar a la comunicación digital a finales del siglo pasado, los clientes se enfrentaron a multitud de dudas e inquietudes. Como es lógico, su método preferido para encontrar respuesta a sus preguntas era utilizar una tecnología que ya conocían: el teléfono.
A medida que cada vez más clientes utilizaban el teléfono para contactar con las empresas, se hizo evidente que los centros de llamadas tradicionales no tenían la capacidad suficiente para gestionar la oleada de nuevos contactos. En paralelo, aumentó la competencia y muchas empresas se vieron obligadas a encontrar diferenciadores clave, sobre todo de cara al consumidor. En respuesta a esta situación, las organizaciones empezaron a crear y publicar direcciones de correo electrónico y formularios en sitios web para que los clientes pudieran ponerse en contacto con ellas. Sin embargo, no tardaron en descubrir que la afluencia de correos electrónicos era casi tan difícil de gestionar como las llamadas.
En un intento por desviar algunas de estas interacciones y proporcionar un servicio más rápido a los clientes, las empresas comenzaron a crear bases de conocimientos y páginas de preguntas frecuentes. Estas soluciones han evolucionado a opciones de autoservicio más detalladas y portales en línea de clientes. A esto se han añadido las herramientas de chat, que ofrecen la posibilidad de interactuar con agentes sin acaparar todo su tiempo. Por último, las redes sociales han representado la opción para los clientes que prefieren foros más directos y públicos en los que abordar las preocupaciones e interactuar con las marcas. Ahora, la atención la acaparan las aplicaciones de mensajería modernas, ya que cuentan con muchas funcionalidades para mantener conversaciones privadas significativas y prácticas.